Escrito por Iván Paz Nogueira
Recuerdo que, desde pequeño, cada vez que aparecía Fidel Castro, mi papá decía Llegó el Caballo, y en mi casa todos nos sentamos a ver y escuchar sus largos discursos que encantaban, enseñaban y estimulaban, mientras mi papá repetía Es un caballo.
A mi memoria llega también el cartel de la puerta de mi primera casa, donde se advertía Esta es tu casa Fidel, mientras contemplaba cada día su figura, echa de goma y única de tu tipo que he visto en mi vida, que resguardaba la sala de mi casa.
Mis padres me contaban que en los primeros años de la Revolución iban personalmente a disfrutar en vivo sus discursos en provincias cercanas y cómo el pueblo lo aclamaba con un amor desbordante.
Así, desde mis primeros años, comencé a amar a mi Comandante; Fidel, Raúl y Chávez son mis grandes ídolos porque son seres insuperables por su humanismo, sencillez, valentía, antimperialismo y por su defensa a la vida.
Luego tuve el privilegio de estar cerca de Fidel, como parte del pueblo, en la celebración del aniversario 35 de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, ANAP, el 17 de mayo de 1996, en la plaza Camilo Cienfuegos de Ciego de Ávila, fue ahí la primera vez que lo vi de cerca.
Años más tarde tuve, como periodista, tuve la suerte de tenerlo a mi lado en la inauguración del hotel El Senador, de Cayo Coco, el 22 de julio del 2001, más adelante, el 28 de septiembre de ese propio año, me reencontré con él en el acto por el aniversario 41 de los Comités de Defensa de la Revolución, CDR, en una plaza improvisada cerca del Comité Provincial del Partido en Ciego de Ávila.
Después lo volví a ver el 26 de julio del 2002 en el acto nacional por el 26 de julio, que tuvo lugar en la entonces plaza Abel Santamaría, de Ciego de Ávila, y en el acto efectuado en la Escuela de Formación Emergente de Maestros Cándido González, en Ceballos.
Las cuatro veces que estuve cerca del Comandante sentí una sensación de erizamiento en todo mi cuerpo, como si Fidel desprendiera un magnetismo o algo místico que deja perplejo a cualquier ser humano, más tarde supe que muchos compañeros experimentaban lo mismo que yo.
Por eso por estos días en que veo a tantas personas felices por los noventa años de Fidel y observo cómo la gente, sin ninguna convocatoria, se une para hacer algo para horrar a Fidel escribo estas líneas para reafirmar TE QUIERO MUCHO FIDEL.
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