Escrito por Rigoberto Triana Martínez Foto: Nohema Díaz Muñoz
• Gilberto García Alonso, expedicionario del yate Granma, visita por estos días varios centros educacionales y laborales de la provincia de Ciego de Ávila con una misión que cumple en los últimos años: dar testimonios de primera mano sobre la historia gestada por los miembros de la Generación del Centenario
No usa sombrero ni lleva el machete en la cintura, y cuando nació, hace 86 años, en Luyanó, La Habana, parte de la historia protagonizada por los mambises ya había sido contada.
Sin embargo, en la medida en que fue creciendo, Gilberto García Alonso asumió que algo le faltaba a Cuba, porque la independencia a que se aspiraba, no era suficiente. La dictadura de Fulgencio Batista arreciaba contra el pueblo. No quedaba otra opción que derribarla, y en su generación, la del Centenario del Apóstol, estaban los nuevos libertadores.
“La juventud se preguntará el porqué fuimos a esa guerra tan loca, en la cual un pequeño grupo se lanzaba contra un ejército. La respuesta está en que la mayoría de nosotros no tenía la posibilidad de estudiar, el analfabetismo era normal, la pobreza muy grande, escaseaban las opciones de empleo y esa cruda realidad nos llevó a la lucha, y a varios les costó la vida.”
En charlas con estudiantes de la Universidad de Ciencias Médicas y la Escuela de Iniciación Deportiva Marina Samuel, el octogenario luchador recordó sucesos inolvidables de la lucha en la clandestinidad y de la gesta del Granma (http://www.ecured.cu/Yate_Granma), como el rescate de su compañero Roberto Roque, quien cayera al mar luego de un bandazo que diera la embarcación.
“Muchos pensamos en aquel momento que, sin entrar en batalla, íbamos a perder un hombre, pero por orden de Fidel se emprendió su búsqueda hasta rescatarlo”.
Aquellas horas fueron cruciales. A la incómoda travesía, con la mar revuelta, le siguió un desembarco tan difícil de narrar que el Che lo calificó como un naufragio. Y días después llegó el bautismo de fuego, cuando el 5 de diciembre fueron sorprendidos en Alegría de Pío.
Tras aquel desigual combate, generador de la dispersión de los expedicionarios, escapó junto a su colega Manuel Echevarría Martínez, oriundo de Manzanillo y conocedor de la zona, y juntos localizaron a Crecencio Pérez, quien los ayudó a cruzar el cerco que los militares de la dictadura establecieron entre los poblados de Niquero y Pilón.
Así ambos estuvieron entre los primeros en llegar a Cinco Palmas, donde ocurre el reencuentro de los sobrevivientes de Alegría de Pío; después integró la Columna 1, dirigida por el Comandante en Jefe Fidel Castro.
La etapa de guerrillero fue corta para Gilberto. Le encomendaron bajar de la Sierra Maestra para un contacto con Celia Sánchez y Micaela Riera, mas una delación provocó su captura. Guardó prisión hasta enero de 1959.
Una vez en libertad, siguió junto a los nuevos mambises en disímiles funciones: fue miembro del Departamento de Investigaciones del Ejército Revolucionario, además, laboró en el comercio y las relaciones exteriores. Al momento de su jubilación se desempeñaba como embajador en Cabo Verde.
Protagonista de la última etapa independentista de Cuba, García Alonso agradeció en Ciego de Ávila el aporte del personal de la Salud y del Deporte, dos de las numerosas conquistas por las cuales luchó, y exhortó a los más jóvenes a no olvidar la Historia y afrontar retos actuales:
“La subversión trabaja para crearnos problemas en la juventud, por ello les traigo el mensaje de mi generación. Confiamos en que ustedes sepan derrotar las intenciones divisionistas y que respetarán la memoria de quienes murieron tras las gestas del Moncada y el Granma.”
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